Presentación Prezi - Memorias de los Conversatorios de Psicología, 2010

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sábado, 18 de septiembre de 2010

Aporte social de la psicología en latinoamérica



Aporte social de la psicología en latinoamérica[1] (ideas no textuales)

·         El aporte de la Psicología, como ciencia y como praxis, a la historia de los pueblos latinoamericanos es extremadamente pobre. Baró, se refiere a la psicología en su conjunto, la teórica y la aplicada, la individual, la social, la clínica y la educativa.

·         La psicología latinoamericana no solo ha mantenido una dependencia servil a la hora de plantearse problemas y de buscar soluciones, sino que ha permanecido al margen de los grandes movimientos e inquietudes de los pueblos latinoamericanos.

·         Posiblemente los aportes latinoamericanos de más impacto social puedan encontrarse allá donde la Psicología se ha dado de la mano con otras áreas de las ciencias sociales. El caso más significativo, sin duda alguna, lo constituye el método de la alfabetización conscientizadora de Paulo Freire (1970, 1971), surgido de la fecundación entre educación y psicología, Filosofía y Sociología. El concepto ya consagrado de conscientización articula la dimensión psicológica de la conciencia personal con su dimensión social y política, y pone de manifiesto la dialéctica histórica entre el saber y el hacer, el crecimiento individual y la organización comunitaria, la liberación personal y la transformación social.

·         No resulta exagerado afirmar que se aprende bastante más sobre la Psicología de nuestros pueblos leyendo una novela de García Márquez o de Vargas Llosa que nuestros trabajos técnicos sobre el carácter y la personalidad. Y ciertamente, la teología de la liberación ha sido capaz de reflejar y estimular al mismo tiempo las recientes luchas históricas de las masas marginales con mucha más fuerza que nuestros análisis y recetas psicológicas sobre la modernización o el cambio social.

·         La cultura latina tiende a conceder un importante papel a las características de las personas y a las relaciones interpersonales. En este contexto cultural que tiende a personalizar y aun psicologizar todos los procesos, la Psicología tiene un vasto campo de influjo. Y, sin embargo, en vez de contribuir a desmontar ese sentido común de nuestras culturas que oculta y justifica intereses dominantes transmutándolos en rasgos de carácter, la Psicología ha abonado por -acción o por omisión- el psicologismo[2] imperante.

·         La Psicología sigue alimentando el psicologismo cultural ofreciéndose como una verdadera «ideología de recambio» (Deleule, 1972). En nuestro caso, el psicologismo ha servido para fortalecer, directa o indirectamente, las estructuras opresivas al desviar la atención de ellas hacia los factores individuales y subjetivos.

·         No se trata aquí de establecer un balance de la Psicología latinoamericana. De lo que se trata es de preguntarnos si con el bagaje psicológico que disponemos podemos decir y, sobre todo, hacer algo que contribuya significativamente a dar respuesta a los problemas cruciales de nuestros pueblos. Porque en nuestro caso más que en ningún otro tiene validez aquello que de que la preocupación del científico social no debe cifrarse tanto en explicar el mundo cuanto en transformarlo.


Según el pensamiento de Baró,  surgen varias preguntas a desarrollar para las y los estudiantes de psicología de la UNAD en el cuaderno viajero:

1. ¿Qué podemos hacer desde lo local, para contribuir a desmontar el sentido común de nuestras culturas que oculta y justifica intereses dominantes?
2. Como psicólogas y psicólogos del siglo XXI ¿qué podemos hacer desde lo local y lo regional para no seguir alimentando el psicologismo cultural en nuestras comunidades?
3. Como egresados de las universidades actuales, ¿salimos formados y formadas como psicólogos y psicólogas con capacidad de hacer algo que contribuya significativamente a dar respuesta a los problemas cruciales de nuestros pueblos (Arboletes, Necoclí, Turbo, Currulao, Apartadó, El Reposo, Carepa, Chigorodó y Mutatá)?



[1] Ignacio, Martín-Baró. Hacia una psicología de la liberación. Departamento de Psicología, Universidad Centroamericana "José Simeón Cañas" (UCA). San Salvador, El Salvador. Boletín de Psicología, No. 22, 219-231. © 1986 UCA Editores. Para uso personal. Formato pdf. p. 1-2

[2] Filed, Under. La impostura del psicologismo. -Entendemos por el término “psicologismo” aquel prejuicio de reducirlo todo a factores psicológicos y de poner en duda, no sólo lo intelectual y lo espiritual, en el sentido tradicional de los términos, refiriéndose el primero a la verdad y lo segundo a la vida en ella y por ella, sino también al espíritu humano, como tal, luego su capacidad de adecuación y, con toda evidencia, su ilimitación interna o su trascendencia. Esta tendencia empequeñecedora y propiamente subversiva hace estragos por todos los campos que el cientificismo pretende abarcar-. Blog en: http://cabalgandoaltigre.wordpress.com/2006/08/29/la-impostura-del-psicologismo/

José/Diseño y redacción. Chigorodó -18/09/2010-04:23pm.

Guerra y Salud Mental






¿Cómo hablar de salud mental en la región de Urabá cuando en sus municipios hay desempleo, hambre, desplazamiento forzado, muerte selectiva, desapariciones, narco y micro tráfico, químico-dependencia, desesperanza frente al sentido por vivir, apatía frente a la actividad política, poco sentido de pertenencia por los problemas de interés público y lo público, desestimación a los diferentes mecanismos de participación ciudadana, entre otros?
Lo que vemos a diario es que estamos viviendo sometidos a frecuentes situaciones psicosociales que nos están llevando al límite de nuestra capacidad de respuesta y adaptación. Luego entonces, ¿La salud mental sería un problema secundario? ¿Y, los trastornos mentales un problema minoritario en los entes territoriales?   ¿Cuál es la concepción que como estudiantes de psicología tenemos de la salud mental?  ¿Cómo la entendemos hoy? ¿Salimos de la universidad adoctrinados para abordar el tema de la enfermedad mental sólo desde lo que nos puede ofrecer el DSM-4? ¿Tenemos conocimiento de qué se está haciendo en los diferentes municipios de la región de Urabá en materia de salud mental?
Para enriquecer el debate, la reflexión, el análisis, la crítica y la construcción de conocimiento, cito a continuación los aspectos más relevantes del pensamiento del Dr. Ignacio Martín Baró en su intervención a propósito de la Guerra y Salud Mental, en su  -*Conferencia pronunciada en San Salvador el 22 de junio de 1984, en la inauguración de la “I Jornada de Profesionales de la Salud Mental”, y publicada en “Estudios Centroamericanos”, 1984, nº. 429/430, pp. 503-514.

La salud mental entendida primero como la ausencia de trastornos psíquicos y después como un buen funcionamiento del organismo humano, constituiría una característica individual atribuible en principio a aquellas personas que no muestren alteraciones significativas de su pensar, sentir o actuar en los procesos de adaptarse a su medio (ver Braunstein, 1979) –(citado en Baró, 1984). Sano y normal será el individuo que no se vea aquejado por accesos paralizantes de angustia, que pueda desarrollar su trabajo cotidiano sin alucinar peligros o imaginar conspiraciones, que atienda a las exigencias de su vida familiar sin maltratar a sus hijos o sin someterse a la tiranía del consumo del alcohol -(idea no textual).
El trastorno mental así entendido sería un problema minoritario, un problema que apenas afectaría a un sector muy reducido de la población. Aún aceptando que los problemas psíquicos aquejan a más personas de las que son hospitalizadas en clínicas psiquiátricas o acuden a las consultas del especialista, con todo habría que reafirmar que la mayoría de la población puede ser catalogada desde esta perspectiva como mentalmente sana y, por tanto, los problemas de salud mental apenas conciernen a unos pocos. Por eso se ha podido decir, y no sin razón, que el trastorno mental es una dolencia que aqueja a los pueblos desarrollados, pero no un problema de quienes se debaten con las exigencias más fundamentales del subdesarrollo económico y social. (idea no textual).
Según Baró, el problema de nuestra concepción acerca de la salud mental  radica en una pobre concepción del ser humano, reducido a un organismo individual cuyo funcionamiento podría entenderse en base a sus propias características y rasgos, y no como un ser histórico cuya existencia se elabora y realiza en la telaraña de las relaciones.
La salud mental constituye una dimensión de las relaciones entre las personas y grupos más que un estado individual, aunque esa dimensión se enraíce de manera diferente en el organismo de cada uno de los individuos involucrados en esas relaciones, produciendo diversas manifestaciones («síntomas») y estados («síndromes»).
Plantea que ya el Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales, DSM-111,  (hoy DSM4 –la inclusión es mía) de la American Psychiatric Association, que algunos consideran el vademecum de quienes trabajan en la salud mental, ha introducido cambios significativos en sus planteamientos taxonómicos. Que uno de los cambios más importantes más importantes lo constituye el dejar de ver los trastornos como entidades patológicas para considerarlos como configuraciones donde confluyen diversos aspectos de la vida humana.
Sin embargo falta mucho, especialmente desde la perspectiva de quienes acceden al campo de la salud mental a través de la Psicología y no de la psiquiatría (ver Eysenck, Wakefield y Friedman, 1983; McLemore y Benjamín, 1979; Schacht y Nathan, 1977; Smith y Kraft, 1983).
Como lo señala Theodore Millon (1983, pág. 813) -(citado en Baró 1984), falta todavía un reconocimiento más pleno del carácter interdependiente entre comportamiento y medio ambiente y, sobre todo, se echa de menos la incorporación de la dimensión interpersonal como eje articulador de la existencia humana.
Se ha tendido a considerar la salud y el trastorno mental como las manifestaciones hacia fuera, sanas o insanas, respectivamente, de un funcionamiento propio del individuo, regido en forma esencial si no exclusiva por leyes internas.
Por el contrario y como señala Giovanni Jervis (1979, pág. 81), -(citado en Baró 1984) «en lugar de hablar de trastorno mental sería más útil y preciso decir que una persona se ha hallado y/o se halla en una situación social por la que tiene unos problemas que no es capaz de resolver» y que le llevan a actuar de una manera que es reconocida por los demás como impropia.
Es evidente que el trastorno o los problemas mentales no son un asunto que incumba únicamente al individuo, sino a las relaciones del individuo con los demás; pero si ello es así, también la salud mental debe verse como un problema de relaciones sociales, interpersonales e intergrupales, que hará crisis, según los casos, en un individuo o en un grupo familiar, en una institución o en una sociedad entera.
Es importante subrayar que no se pretende simplificar un problema tan complejo como el de la salud mental negando su enraizamiento personal y, por evitar un reduccionismo individual, incurrir en un reduccionismo social. (idea no textual).
Ver la salud o el trastorno mental no desde dentro -afuera, sino de afuera- dentro; no como la emanación de un funcionamiento individual interno, sino como la materialización en una persona o grupo del carácter humanizador o alienante de un entramado de relaciones históricas (ver también Guinsberg, 1983) -(citado en Baró, 1984). Desde esta perspectiva, por ejemplo, bien puede ser que un trastorno psíquico constituya un modo anormal de reaccionar frente a una situación normal; pero bien puede ocurrir también que se trate de una reacción normal frente a una situación anormal.
Si la salud o el trastorno mental son parte y consecuencia de las relaciones sociales, la pregunta sobre la salud mental de un pueblo nos lleva a interrogarnos sobre el carácter especifico de sus relaciones más comunes y significativas, tanto interpersonales como intergrupales. Esta perspectiva permite apreciar en todo su sentido el impacto que sobre la salud mental de un pueblo pueden tener aquellos acontecimientos que afectan sustancialmente las relaciones humanas, como son las catástrofes naturales, las crisis socioeconómicas o las guerras.
Entre estos procesos, es, sin duda, la guerra el de efectos más profundos, por lo que tiene de crisis socioeconómica y de catástrofe humana, pero también por lo que arrastra de irracional y deshumanizante (ver Spielberger, Sarason y Milgram, 1982) –(citado en Baró, 1984).

Apreciadas y apreciados compañeros de estudio, el propósito del “cuaderno viajero de psicología” es que a partir de los aportes de Baró, con respecto al tema de la -salud mental-, escribamos nuestros comentarios, que expresemos lo que sentimos y pensamos, que digamos cómo vemos la situación de salud mental en nuestras comunidades, desde la perspectiva de las y los estudiantes de psicología de la UNAD.  José Gañán Bedoya. (Chigorodó, 18/09/2010 -12:37pm)


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Baró, Ignacio Martín. Guerra y Salud Mental. -Conferencia pronunciada en San Salvador el 22 de junio de 1984, en la inauguración de la “I Jornada de Profesionales de la Salud Mental”, y publicada en “Estudios Centroamericanos”, 1984, nº. 429/430, pp. 503-514. –Documento en pdf., 1-7 p.



viernes, 17 de septiembre de 2010

Las cegueras del conocimiento





Hoy por hoy nos encontramos con tres problemas graves relacionados con el conocimiento impartido desde las universidades:

Problema grave 1. ¿Qué tanto las instituciones educativas, las y los docentes adoctrinamos a los futuros psicólogos y psicólogas? Haciéndoles creer que lo que aprenden en las aulas son verdades absolutas o conocimientos ya acabados.
     Problema grave 2. Egresados universitarios con conocimientos cristalizados, inflexibles, infalibles e inmutables.  ¿Entonces?  Se necesita conciencia de que los conocimientos pueden verse distorsionados por múltiples factores.
     Problema grave 3. El más grave.  Que a las y los estudiantes se les adoctrina con corrientes y teorías, sin enseñar que éstos reverenciados personajes lo que presentan es sólo una mirada del mundo desde su propia observación y reflexión.  ¿Qué hacer?...

¿Qué hacer?  Lograr que las y los estudiantes tengan la capacidad de desarrollar conocimientos, con la comprensión de que el proceso de construcción del conocimiento es falible, en permanente corrección y mejoras.

     Es un ERROR pensar que el método positivista es el único científico y la única opción para generar conocimientos. ¿Qué hacer? Conocer y aplicar múltiples métodos para generar saberes y resolver problemas.
     Hay que crear en las y los estudiantes… la conciencia de riesgo continuo que se corre de caer en distintos errores mentales, intelectuales, emocionales y de razón.
     Si nos dejamos formar dogmáticamente, nos formaremos para el fracaso, porque no contaremos con las herramientas para enfrentar la incertidumbre (falta de certeza).
     Para el afrontamiento de la “incertidumbre” se debe enseñar la auto-observación teórica y posibilitar el entrenamiento para la auto-observación, autocrítica y reflexión ante el problema en cuestión.
     Generar el espiral continuo de la auto-conciencia y el desarrollo personal.

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Referente “Los siete saberes necesarios para la educación del futuro”.  Libro publicado por la UNESCO.  (Edgar Morin)

Campos de acción en psicología



Rol de las psicólogas y los psicólogos del siglo XXI


1.        A las y los psicólogos se les mira hoy como agentes de cambio social libre y flexible.
2.        Agentes con facilidad para empatizar y comprender a las personas. (Herrera y Jiménez, 1999; Zamora, Dimenstein y Valhena, 2000).
3.        Como agentes profesionales que se solicitan para intervenir en: Solución a problemas de carácter social, grupal, familiar e individual. (Herrera y Jiménez, 1999).


Las y los psicólogos del siglo XXI deberán de tener la capacidad de afrontar y resolver problemáticas contemporáneas:

1.        Desesperanzas – consecuencia de crisis económicas.
2.        El sentimiento de vulnerabilidad generado por el incremento de la desigualdad y la violencia social.
3.        Intervención a personas, familias y grupos en situación de crisis y victimización.
4.        El arrollador avance del narcotráfico y las adicciones en grupos generacionales cada día más pequeños.
5.        El incremento en la complejidad y velocidad en el cambio de los fenómenos sociales, políticos y culturales – consecuencia de globalización – supone los avances tecnológicos en el desempeño cotidiano.
6.        Contribuir al crecimiento humano –psicología positiva-
7.        Ir a la atención integral del individuo, los grupos, las instituciones, la comunidad y la sociedad  en general.
8.        Incidir, reflexionar e intervenir  frente  a la penetración progresiva de los avances biotecnológicos (medicina, farmacia, agricultura, alimentos y medio ambiente), que están incidiendo sobre la forma de pensar y actuar de las nuevas generaciones.
9.        Convertirse en agente de cambio al interior del sistema individual, grupal, institucional y social. (Kohlbecher,1998 en Herrera y Jiménez, 1999; Banz, 2002; Ardouin, 2000).

De aquí la IMPORTANCIA que las y los psicólogos se formen y se orienten hacia la construcción de perspectivas complejas y en un estrecho campo de acción – cosa que no se da cabalmente en las universidades colombianas.

¿Qué es lo psicosocial?





Apreciadas y apreciados estudiantes UNADISTAS: El programa de psicología de la UNAD –Universidad Nacional Abierta y a Distancia- contempla cinco campos disciplinares de intervención psicosocial (intervención psicosocial en la Comunidad, Familia, Organizacional, Jurídico y Educativo), razón por la cual se hace necesario debatir y precisar a qué nos referimos cuando hablamos de lo psicosocial, al momento de abordar un fenómeno social determinado.
Con base en este propósito, estoy citando la obra y pensamiento de Berta Lucía Castaño Henao - (A propósito de lo psicosocial y el desplazamiento). La autora brinda herramientas teóricas y conceptuales muy útiles para la formación disciplinar.

A propósito de lo psicosocial y el desplazamiento: Desde tiempos inmemoriales se sabe que los comportamientos de las personas dependen del ambiente que las rodea y de su alma, mente o configuración psíquica. Con el avance del conocimiento científico se ha logrado la interrelación entre los aspectos puramente biológicos y los psíquicos, y entre éstos, las condiciones de vida tanto sociales como culturales, económicas y políticas.
Contemporáneamente desde mediados y finales del Siglo XX en América Latina, la psicología ha demostrado su preocupación por la respuesta emocional que tienen las personas ante las prácticas de atemorización y victimización, y empezaron un acercamiento profesional y comprometido con la situación de esas personas.  En el fondo de ello está la solidaridad con el dolor ajeno.
El término psicosocial surge entonces en América Latina vinculado de manera estrecha a situaciones de conflicto, como la guerra, y tiene connotaciones políticas.  
A principios del Siglo XX, Freud planteó sus observaciones acerca de las huellas que dejan los diferentes eventos de la vida en las personas, en lo que él llamó neurosis traumática. Por primera vez se planteó la causalidad psíquica de los procesos mentales y se reconoció la actividad intrapsíquica, como la condición del trauma individual, lo cual lo hace único. De allí que la manifestación postraumática de una persona dé cuenta de su vida interior.
Después de la Segunda Guerra Mundial, Bethelheim –psiquiatra sobreviviente de los campos de concentración nazis, planteó que el evento traumático es una constante sucesión de hechos dolorosos destinados a producir sensación de amenaza vital. El extermino diario de personas crea un clima psicosocial que él llamó “situación límite” y que se caracteriza por un escenario de extremo riesgo vital para todos, del cual no se puede escapar.
Bethelheim –argumenta que la traumatización psicológica debida a desastres producidos por los seres humanos es única.  Utiliza los términos situación extrema para describir la desesperanza y los sufrimientos inescapables de las víctimas aterrorizadas por los otros seres humanos.
Hans Keilson, habla de la traumatización secuencial, y dice que las condiciones sociopolíticas son las que producen descarga traumática sobre el sujeto.
Keilson se refiere a tres secuencias traumáticas: La primera expresada en el impacto de la experiencia bélica, la segunda, los hechos de sangre durante la ocupación; y la tercera, las consecuencias psicosociales posteriores.
En casa secuencia la población se ve afectada, vive un estrés continuo de gran intensidad debido a la situación permanente de amenaza vital en el tejido social. En estas condiciones los trastornos psicológicos individuales pueden potenciarse, cronificarse y proyectarse como daño transgeneracional  a la descendencia.[1]
El hecho de que la experiencia traumática siga operando en la conciencia espontánea y en el inconsciente colectivo, después de muchos años de haber finalizado los eventos violentos, es la base de su trascendencia a las nuevas generaciones. –Citando a la autora Castaño (casos como el de Bojayá y de las masacres en Córdoba y Urabá durante los años noventa).[2]
Trasladándonos a América Latina, a finales del siglo XX aparece la traumatización extrema describiendo un proceso individual y colectivo en el contexto de una realidad social.[3] Implica entonces un rescate del trauma intrapsíquico en el marco de un proceso sociopolítico. Así, desde una perspectiva de salud mental se llegó a la denuncia de la violencia de los derechos humanos.
Ignacio Martín Baró, psicólogo salvadoreño (trauma psicosocial), traslada el tema del trauma psíquico a la América Latina de finales del siglo XX. Da un nuevo marco de referencia sociopolítico y psicosocial.
Plantea igualmente una visión de proceso de la experiencia traumática y reconoce ciertas etapas de este proceso. Ubica el punto de referencia en la estructura socioeconómica.
Para él, la violencia estructural que emerge desde el seno de la formación económica propia de la sociedad salvadoreña, es la que constituye el punto de arranque de una cadena de violencia social que expresa y da sentido en última instancia a la guerra civil.[4]
El trauma es necesariamente un proceso en el tiempo, que afecta de modo global toda sociedad, pero tiene características diferentes de acuerdo con los grupos y las clases sociales en pugna, de manera que es posible encontrar formas específicas del daño de acuerdo con esa pertenencia social. Esto da origen a una psicología social diversificada y no uniforme para todo el cuerpo social.
El evento traumático es vivido por el sujeto social en una forma individual y colectiva. En el ámbito de sus familias, grupos y colectividades se generan respuestas que a su vez modifican la dinámica social, ya que no se trata de individuos asociales que viven el drama de la violencia en una forma autista, sino que elabora la experiencia de una manera peculiar pero social.
El análisis psicosocial en contextos de violencia y de guerra tiene que llevar al análisis de las condiciones sociopolíticas y económicas que están en la base de esa violencia y a la forma como se da el conflicto en una sociedad determinada.
En América Latina, surge el concepto de neurosis de guerra, a partir de las dos guerras mundiales, y da origen al síndrome de estrés postraumático, por parte de la psiquiatría norteamericana.[5]
Así concebido, el término psicosocial ingresa al campo de la ayuda humanitaria, como manifestación del desarrollo cultural de Occidente; nace con la modernidad y está íntimamente ligado con el desarrollo de los derechos humanos.
De esta forma, el concepto de trabajo psicosocial es un cruce de caminos entre los derechos humanos, la filosofía, la ciencia y la política. Al igual que todas ellas, implica distintos conceptos de libertad y diferentes paradigmas de dignidad.
Los conceptos de autonomía, libertad y respeto sustentan la ética del trabajo psicosocial.
Estos principios se erigen como principios en la concepción moderna de la persona: la dignidad, como autonomía y como inherente a todo ser humano, adquiere una categoría ética, jurídica, política y psicológica. La dignidad es el valor intrínseco fundante de los derechos humanos, y la libertad es el hilo conductor para diferenciar clases de derechos.
El concepto psicosocial sería entonces una forma de entender las respuestas y los comportamientos de las personas en un contexto cultural, político, económico, religioso y social determinado.
El concepto psicosocial tiene dos componentes lingüísticos que denotan los dos aspectos clave en la comprensión del fenómeno humano.
Por un lado, el prefijo psico- se refiere al aspecto subjetivo de la persona y, por otro, la palabra social hace relación a esa persona dentro de un mundo con el cual se relaciona y que le da sentido de pertenencia y de identidad.
En el aspecto psi caben las diferentes categorías médicas y psiquiátricas, las cuales, de hecho, se encuentran y se presentan por la conjunción de características individuales con situaciones particulares.
En el aspecto social entrarían todas las categorías sociales que le darían un sentido histórico y político.
En Colombia el trabajo psicosocial se inició con una mirada médica-psiquiátrica con tinte académico a la cual se le añadió la mirada desde la psicología y desde otras disciplinas, se nutrió de los desarrollos de otros países latinoamericanos y en el mundo, de modo que a la mirada psi se le adiciona la social y se establece el concepto.
La popularización del término dio pie a que con relativa frecuencia se pretenda hacer análisis y trabajo psicosocial sin conocer en realidad su dimensión y su significado. Así, se denomina psicosocial a cualquier actividad que tenga al parecer un efecto beneficioso para el ánimo y la condición de la vida de la gente, sin tener en cuenta en qué medida ese supuesto beneficio realmente contribuye a desarrollar capacidades locales, familiares y personales.
Con base en el pensamiento de la Dra. Bertha Lucía Castaño, ¿Qué entendemos las y los unadistas por intervención psicosocial en el contexto comunitario, familiar, organizacional, jurídico y educativo?
Escribir los comentarios en el cuaderno viajero.José Gañán Bedoya.




[1] Madarriaga, Carlos. “Trauma psicosocial, trastorno de estrés postraumático y tortura”. Chile: Cintras, serie de monografías, 2002.
[2] Castaño, Betha Lucía. Médica psiquiatra de la Corporación AVRE. A propósito de lo psicosocial y el desplazamiento, Pg. 190.
[3] Castaño H., Bertha Lucía, Jaramillo, Luis Eduardo; Summerfield, Derek. Violencia Política y trabajo psicosocial. Aporte al debate. Bogotá: Corporación AVRE, 1998.
[4] Madarriaga, Carlos. “Trauma psicosocial, trastorno de estrés postraumático y tortura”. Chile: Cintras, serie de monografías, 2002.
[5] Castaño H., Bertha Lucía, Jaramillo, Luis Eduardo; Summerfield, Derek. Violencia Política y trabajo psicosocial. Aporte al debate. Bogotá: Corporación AVRE, 1998.